Una noche en la ópera
Es obvio que no todo el mundo tiene los mismos gustos ni las mismas aficiones. Un claro ejemplo de ello fue esa noche en que mi madre, por primera vez en su vida, pudo contemplar una ópera en el mejor teatro de la península ibérica.
Hace muchos años, tuve la inmensa suerte de que me regalaran cuatro entradas para asistir a una ópera en el Gran Teatre del Liceu, en Barcelona. Fue antes de que se quemase, así que pude verlo en todo su antiguo esplendor. Era precioso. Y las entradas eran de platea, así que estábamos a unas seis filas contando desde el escenario.
Llamé a mis padres enseguida y quedamos en que iríamos los cuatro: mi hermana, ellos y yo. El espectáculo creo que comenzaba a las nueve. Llegué a casa a las seis y media de la tarde, me duché y los cuatro nos pusimos nuestras mejores galas: la ópera es bastante elitista y la gente suele ir de smoking, al menos aquella noche iban así.
Ibamos alucinados. Aparcamos el coche y nos dirigimos al teatro: el ambiente era de expectación. La obra a representar era Werther y el protagonista era uno de nuestros mejores tenores: Alfredo Kraus, ya desaparecido. Imaginad, una oportunidad única de ver algo único.
Para que lo sepáis, Wether es la historia de un hombre que se enamora de una mujer pero cree que no es correspondido, al final se pega un tiro y muere en los brazos de su amada. Vamos, un drama tope romántico.
Empezó puntual, todo el mundo sentadito y los actores en sus puestos. La obra evolucionó. Era preciosa, tanto de atrezzo como de vestuario y las voces ya ni te cuento. Se hizo el descanso habitual y luego vuelta a la butaca. Estábamos en el final, cuando él está muriendo y, cuando a mí se me estaban cayendo ya las lágrimas (lloro enseguida, soy muy impresionable) por el drama que se vivía en el escenario; oigo una vocecita a mi derecha, no muy alta, pero lo suficiente clara para que lo oyeran todos los que estaban alrededor que dice:
"A ver si te mueres de una puñetera vez que llevas tres cuartos de hora muriéndote"
Ni que decir tiene que en vez de llorar de pena acabé llorando de risa y sofocando las carcajadas y que, cuando miré a la fila de atrás, las dos abuelas que iban emperifolladas y pintadas como puertas estaba indignadísimas y horrorizadas ante semejante comentario. Pero bueno, mi madre había expresado su opinión.
Salimos del teatro todos comentando que había sido una gran noche, que allí no había pasado nada y que a todos nos había encantado.
3 Comments:
Esa es mi suegra!
Yo prefiero el cine.
Muyyy bueno, me han gustado tus historietas, te voy ha enlazar ¿si no te importa? volveré. Buenoooo, Chiringui y Mr. Celofan, oído cocina.
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