El Zoo
El viernes pasado decidimos llevar a nuestro hijo al zoológico. Por lo visto, toda Barcelona y alrededores decidió hacer lo mismo, porque estuvimos tres cuartos de hora haciendo cola para poder comprar las entradas, que no eran precisamente baratas: 14,75 por adulto y 8,75 por el niño. Como dice Celofán, con ese precio bien podrían regalarte un mono para llevártelo a casa.
Bueno, nos tragamos la cola y entramos al parque. Había gente y niños por todas partes. Era increíble. Menos mal que se suponía que todo dios estaba fuera, de vacaciones. Gente para ver los elefantes, los ñus, los avestruces... hasta el bicho más insignificante tenía cola. Tenían una exposición sobre la "Naturaleza misteriosa" pero no entramos porque tenías que pagar cuatro euros por persona, como si no hubieras dado ya suficiente dinero.
Llegaron las dos y media de la tarde y, como todo ser humano, nos entró hambre. Pues bien: MEDIA HORA de cola para comprar un frankfurt ridículo, un bocata de lomo, cuatro nuggets de pollo, dos bolsas de patatas fritas con sabor raro, una coca cola y dos aguas. Todo por la módica cantidad de... veinte euros.
Si a este derroche de pasta le sumas que nuestro hijo (y todos los niños que había) a las dos horas parecía poseído por el demonio y que no dejaba de correr, saltar, desaparecer y patalear porque no quería ver bichos sino jugar en el parque tan inmenso que había en el centro del zoo, pues imaginad cómo acabó el día. Volvimos a casa derrotados.
Eso sí, la próxima vez que oiga que el zoo no se puede mantener porque no entra suficiente dinero, es para meter a los directivos de esa institución en las jaulas y dejar a los animales que lo dirijan. Seguro que lo harían mejor.
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