De atropellos
Hace tiempo se juzgó en esta piel de toro a un famoso bailaor de flamenco por el atropello y posterior abandono de un hombre que murió a consecuencia de la agresión. El personaje en cuestión no tenía carnet de conducir, no llevaba seguro y el coche no era suyo.
Se hizo el juicio y...¡oh, milagro! El acusado no fue a parar a la cárcel. Al contrario, salió del paso, siguió trabajando e incluso poco después celebró su boda como si no hubiera pasado nada. Mientras tanto, los padres y la viuda del atropellado supongo que intentan recuperar su vida poco a poco después de arrebatarles a un ser querido con tanta crueldad.
Y hace poco leo en un periódico que el fiscal del caso ha recurrido la sentencia porque el atropellador mintió antes, durante y después del juicio. ¿Y ahora se dan cuenta? Es que es normal que estemos hasta las narices de esto que se llama "justicia". Pero aquí, como en todo, siempre hay una razón muy sencilla para la diferencia que hay entre gente que se tira años en la cárcel por contestar mal a un juez esperando la revisión de su caso y este que me ocupa hoy: como decimos en mi tierra "Pagando, San Pedro canta". Es decir, aunque seguro que lo habéis entendido, que con pasta se hace lo que se quiere. Y si el detenido da pasta por un tubo... da igual. Se le saca y punto.
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