miércoles, julio 05, 2006

El tren

Ayer tardé dos horas en llegar a casa en un trayecto que normalmente dura unos cuarenta minutos. Fui andando, como siempre, desde la oficina a la estación de tren, y cuando llegué allí y estaba con un pie dentro del vagón, anunciaron por megafonía que debido a causas ajenas a la empresa el servicio de trenes quedaba interrumpido durante al menos una hora.
El tren se vació enseguida y empezó la psicosis: que si qué ha pasado, que seguro que ha sido algo como en Valencia, que si una rueda, que si un freno... Y entre tanto empezaba a amontonarse la gente para coger los autobuses que teóricamente debían venir a recogernos. Imaginad y sé que es facilísimo lo siguiente: mogollón de gente apiñada en una plaza donde da el sol y con 29 grados de temperatura.
Pues bien, por lo visto fue una tragedia lo ocurrido pero muy diferente a lo que circulaba por allí: en la autopista hubo un accidente que provocó la caída de un coche a la vía y claro, tenían que retirarlo. Entonces volvió un poco la psicosis: menos mal que estaba la vía vacía porque si en ese momento pasa un tren acabamos peor que los de Valencia.
Pero el espectáculo fue otro. Todo dios haciendo cola. Todos: nacionales, musulmanes, latinoamericanos, eslovacos... todos empujándose e intentando subir al único autocar que pasó por allí en una hora y a dos autobuses de línea interurbanos. ¿La nota discordante? Curiosamente dos argentinos: uno empezó a increpar al representate de la empresa de trenes porque él tenía que estar en su casa (como si el resto de la gente que estábamos allí no tuviéramos las mismas ganas) e iba a denunciar a la compañia por su incompetencia. Toda la cola mirándolo y sus interlocutores (el de la compañia de trenes y el segurata de turno) explicándole que si se cae un coche a la vía ellos no tienen la culpa y que los autocares han sido avisados de urgencia y tenian que llegar. El hombre no atendía a razones. Habían allí madres con bebés, embarazadas, gente mayor y gente que también veníamos de trabajar y estábamos rendidos. El otro argentino, cuando llegó el segundo autobús y la gente se apiñaba para entrar, se plantó en medio de la calle vociferando que si él no subía a un autobús no dejaría pasar al vehículo. Decir eso como si fuera el rey del mambo y anunciar los Ferrocarriles que el servicio de tren se había restablecido. Se quedó mas sólo que la una delante del bus. Todo suyo. El resto salimos pitando a por el tren.
¿Por qué tienen que dar este espectáculo? En fin, pilarín, allí se quedaron ellos discutiendo mientras todo el mundo volvía a casa.

3 Comments:

Blogger KoboId said...

hay muchos que se creen el hombligo del mundo...y no se quitan las peluzas que les sale de vez en cuando...ése es el problema. un besito :-)

2:21 p. m.  
Blogger Unknown said...

Estábamos en casa esperandola como agua de mayo...

7:22 p. m.  
Blogger Sr_Skyzos said...

Hace tres veranos estuve en Madrid. El día que me volvía estuve en el Reina Sofía y desde allí vimos la humareda de la gasolinera que se quemó. Era junio y ese marzo había sido el atentado terrorista (11-M), ni te cuento la psicosis que se vivió en Atocha esas horas, la gente recelaba de cualquier mochila o maleta que no tuviera a su dueño pegado.

1:59 p. m.  

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