Hace muuuchos años, un tío mío trabajaba como representante de una fábrica de café. Como es natural, llegaron las Navidades y todos los trabajadores esperaban su lote.
Bueno, pues aquel al año al jefe se le ocurrió hacerse el graciosillo y, en vez de el tradicional jamón, botellas y demás les regaló a cada uno de sus trabajadores UNA CABRA.
La vuelta a casa de los empleados con el animalito derivó, según tengo entendido, en un montón de hombres paseando un ovino por la calle durante toda la noche porque sus esposas o madres, como es lógico, se opusieron a meter el "lote" en casa.
Mi tía no fue una excepción. Cuando se enteró del regalito, le prohibió a mi tío subir a casa hasta que se hubiera deshecho del bicho. Y ahí estaba mi tío, dando vueltas a la manzana y a su cabeza, a ver si encontraba una solución. De repente se le hizo la luz.
Mis abuelos viven en una casita con terreno en una urbanización. La noche en cuestión estaban los dos tranquilamente sentados mirando la tele cuando a eso de las diez sonó el timbre de la puerta. Mi abuelo se levantó, salió al porche y abrió la puerta de reja. Cual no sería su sorpresa al encontrarse una cabra en la puerta ¡y sola!. Llamó a mi abuela para que ella la viera, no fuera a ser que estuviera teniendo alucinaciones.
Pero sus sentidos estaban perfectos. Aquello era una cabra. A los treinta minutos sonó el teléfono y una voz medio ahogada por la risa (mi tío) les preguntó qué les había parecido el regalo que habían encontrado en la puerta.
La cabra estuvo allí mucho tiempo, hasta que mi abuelo decidió que era hora de vendérsela al pastor que pasaba por allí de vez en cuando..